-Una puerta
-¿Una puerta?
-Así es.
-¿Hacia dónde?
-Que pregunta tan absurda.
-¿Debería de saberlo?
-Claro. Todos deberían de saberlo.
-Yo no lo se.
-Si, si lo sabes. Cierra los ojos. Piénsalo. Es muy fácil.
-Vamos, no seas tonta, dímelo.
-Está bien. Esa puerta que ves, es la puerta de escape. Pero no puedo decirte hacia dónde da. Ya que la puerta que tú ves no es la misma que la que yo veo. Cada uno tenemos una puerta, que conduce hacia donde nosotros queramos.
-¿Y por qué nunca antes la había visto?
-Muy sencillo. Por que ahora, y solo ahora, crees en ti y eres tu misma. ¿Cómo pretendes tener una puerta hacia otro mundo sin ni siquiera saber quien eres en este?
-Entonces, ¿ahora puedo usar esa puerta siempre que quiera?
-Siempre que creas en ti.
-Y en tu puerta… ¿Qué hay?
-Un mundo lleno de rincones. Rincones que consiguen evadirme.
Y la aprendiz cerró lo ojos, y apareció encima del felpudo, justo enfrente de la entrada hacia alguna posibilidad de escape. Y desde la orilla de aquella cala, se vio cerrarse su puerta, y desaparecer.
"Sentada frente al mar, mientras el mundo gira"
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